Medicina de Confianza
El equipo de profesionales que desarrolla sus actividades en San Martín 210 de nuestra ciudad desde hace varios años no necesita presentación. Es conocido en el medio y goza del reconocimiento de una numerosa clientela.
Es precisamente ese hecho el que nos ha motivado a darle el nombre que hoy ostentan las nuevas instalaciones. FIDES significa fe, confianza, que es por otra parte el elemento fundamental de la relación medico-paciente. La filosofía que nutre a los profesionales que la componen es justamente la de considerar al paciente no solo como un cuerpo doliente que debe ser asistido por la ciencia, sino también un espíritu al cual su historia de vida y los conflictos que en ella ocurren debilitan el funcionamiento orgánico y lo predisponen al desencadenamiento de enfermedades.
El médico es responsable de la salud de hombres como el que describe Unamuno cuando dice: “El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano”.
El hombre tiene los pies en lo temporal, pero lo eterno envuelve sus sienes. Antropología viene de antroops: el que mira hacia lo alto. No existe un alma piloteando el cuerpo, al cual esta accidentalmente unida, como pretendía Platón. La unión de ambos principios es sustancial y justifica llamarlo cuerpalma, como decía el inolvidable profesor Carlos Raúl Landa de la Universidad de Tucumán.
El decía: “en su búsqueda de si mismo el hombre nace por su propia elección”. Somos en cierta manera nuestros propios padres, pues nos engendramos a nosotros tal como nos queremos.
La angustia no siempre es un estigma neurótico, Esta también la angustia creativa, liberadora, configurando una verdadera angustia mayéutica, paridora. Diríamos como Gregorio de Nissa que: “cada hombre es su propia madre, y va gimiendo y sufriendo los dolores del incesante alumbramiento de su ser”.
Desde la época de la Grecia antigua dos corrientes se perfilan en el ejercicio de esa medicina incipiente: la escuela de Knido que hablaba de enfermedades y la de Koss, que nació en la isla del mismo nombre dirigida por quién se consideraba el padre de la medicina: Hipócrates, para quién lo importante era el enfermo, escenario en el cual la enfermedad no es mas que un acontecimiento que obliga a replantear los proyectos de vida. Esto es el origen de la llamada medicina personalística o como prefiere Lain Entralgo, “antropológica” que tuvo como grandes exponentes además del ya citado a médicos de la talla de Gregorio Marañón el cual, interrogado acerca de cual había sido el instrumento que más había hecho progresar a la medicina, respondió: “la silla”. La silla, que permite indagar más dilatadamente el pasado; enfocado más bien que como historia de la enfermedad a tratar, como biografía del enfermo a curar. La confrontación de las fechas de eclosión de los síntomas morbosos con las de los eventos más significativos de la vida del paciente proporciona a veces indicios etiológicos importantes, guardan muchas veces relación temporal que las crisis de la vida personal (von Weiszaecker). “Lo que no asombra, pues para el médico personalista el paciente no es un simple ser viviente, sino una persona que ha ido haciendo su vivir normal y su desvivir patológico de acuerdo con sus posibilidades existenciales. Unamuno y Ortega dirían que como todo hombre es proyecto, el médico no se limitará a leer los capítulos ya escritos de esa su novela y poesía, sino que indagará, además, la trama o los versos que se propone continuar escribiendo.
Para comprender al hombre enfermo, para obtener la superación de la eficacia de la droga indicada, por la personalidad del médico, es necesaria la presencia de un microclima particular entre médico y paciente, que puede estar constituido por varios elementos, pero en el que no puede faltar el oxígeno vivificador de la filantropía. Como decía Paracelso: “El mas hondo fundamento de la medicina es el amor. Si nuestro amor es magno, magnos serán los frutos que de él obtenga la medicina, y si es mezquino, mezquinos serán también nuestros frutos”.
Landa destacaba permanentemente la nobleza de la profesión médica y mostraba una coherencia ejemplar entre su palabra y su obra.
De manera similar el amor que René Favaloro manifestó a su profesión, a sus amigos, a sus pacientes, a sus compatriotas, tiene algo de místico. Va mas allá de “la fraternidad que los filósofos han recomendado en nombre de la razón. Tampoco se trata de una identificación, de una simpatía innata del hombre por el hombre, es el impulso mismo comunicado íntegramente a hombre privilegiados que desearían imprimirlo a la humanidad entera”. (Bergson).
La palabra del médico tiene el poder de tranquilizar, estimular, pero sobre todo debe generar esperanza, que “es la materia prima de que está hecha nuestra alma”. (Gabriel Marcel).
“Más nadie puede suscitar esperanza, ni fe, ni deseo de existir valiosamente, sin ser persona de esos sentimientos y aspiraciones. No se puede encender los espíritus sin ser antorcha”. (Landa)
De donde viene la palabra médico, de la palabra medicar o sea es el que da medicamentos. Sócrates decía que el médico tiene que tener dos condiciones: una es tener conocimientos y habilidades para curar la enfermedad a la que llamó técnica de curar (aptitud), pero además necesita actitud de persona que cuida a otra persona, y además la cuera y a eso lo llamó medeos. La raíz latina de la palabra médico lleva a buena persona perita en el arte de curar. Por eso si se es mala persona nunca se va a poder ser un buen médico y esto vale para cualquier profesión, nadie en su profesión es mejor de lo que es como persona.
Un perito, un experto idóneo en la ciencia y la praxis médica, incardinado en un hombre bueno y bondadoso, el homo humanus de Cicerón. Podrá así aspirar a ser como definía Eusebio de Cesárea a su médico Teodoro de Laodicea: “Eminente en la curación del cuerpo humano y sin igual en la cura de almas, en el amor del prójimo, en la nobleza del ánimo y en la compasión por los demás”.
Hoy inauguramos un nuevo edificio. A pesar de la comodidad que nos ofrecen son todavía frías la paredes de ladrillo y cemento. El desafío es que cada día el calor de los afectos de la relación del paciente con su médico lo hagan ser un lugar donde no solo sea plácido estar sino también estimulante y alentador de igual manera como el amor de una familia transforma una casa en un hogar.
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